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En una de las populares canciones de “Pandora”, la chica le pregunta al ex enamorado con el que se encuentra después de muchas lunas: “¿eres feliz, mi bien?, sin engañar”. Probablemente, el “sí” o el “no” se quedan cortos y Romeo titubee, atragantándose con la respuesta. Así, a boca de urna, no es tan fácil responder una pregunta de esa naturaleza, porque inmediatamente nos vienen a la mente los “sí” de tantos momentos felices y, también, los “no” de tantos otros, marcados por la tristeza e infelicidad. Habría que tener una muy buena calculadora para sacar las cuentas y, aún así, la simple aritmética nos resulta insuficiente. No obstante, la pregunta –aunque indiscreta- es válida y allí andamos unos y otros procurando la felicidad propia y la de los nuestros. Los deseos de “feliz Navidad” y “feliz año nuevo” que hemos pronunciado en abundancia en estas últimas semanas son mucho más que frases corteses, exteriorizan una realidad profunda de la condición humana: queremos ser felices, con la alegría contagiosa del niño que ríe corriendo detrás de la pelota. Sigue leyendo