La sociología de finales del siglo XX resaltó la importancia del “capital social” para el futuro de una sociedad a la medida de la dignidad humana. El capital social lo forman todas las relaciones de reciprocidad, confianza, desinterés, efusión. Relaciones en las que no tenemos miedo a dar la espalda, en donde nos expresamos con apertura sin necesidad de consultar al jefe de imagen institucional sobre la corrección política de lo que hacemos o decimos. Ámbitos vitales en lo que simplemente somos y el aparecer y el ser coinciden. El lugar por excelencia en donde se vive de este modo es la familia, lugar al que corremos al llamado de la Navidad en busca de chocolate para el alma.
En los exteriores de la familia están la economía y la política, es decir, los mecanismos del mercado y los entresijos del poder. Mercado, cuya lógica es el interés (doy para que me des) y política entregada, en tantísimos casos, a la dinámica de la coerción y de las presiones. Ambas lógicas las vemos en el día a día y, desde luego, no las queremos llevar a la familia o a las relaciones amicales. Las vacaciones de verano son una muestra de la nostalgia por aquellos espacios y relaciones en las que se disfruta del solo placer de ser amigos, hermanos o familia, aun cuando quedemos arruinados para el resto del año.
Rousseau nos podría decir que él ya lo había advertido y, reformulando su tesis, afirmaría que la persona sale buena de la familia y el mercado y la política se encargan de corromperla. No le faltarían ejemplos del año pasado, tan lleno de malos casos de corrupción. Ciertamente, algo tenemos que hacer con el mercado porque el dejar hacer y pasar sin referencia al bien común va de tumbo en tumbo. Y no digamos del poder con su capacidad embriagadora al punto de generar pequeños o grandes déspotas.
Vuelvo al inicio y no tenemos que acudir al “chapulín colorado” para ser salvados. Las raíces de la sociedad están en la familia, a quien hay que cuidar y fortalecer. Allí se aprende a vivir la gratuidad en contrapeso al interés y el servicio en lugar del poder, bocanadas de aire fresco para oxigenar al mercado y a la política.
Lima, 30 de diciembre de 2014.