Pedro Salinas (1891-1951) escribió unos versos a los que vuelvo con frecuencia: “¿Quién te va a ti conocer en lo que callas, o en esas palabras con que lo callas?” Lo decía de la amada esquiva que, cual tapada limeña, oculta el rostro y el alma a los ojos del admirador. No pensé que estos versos servirían, también, para los escurridizos candidatos de la segunda vuelta electoral. Una avalancha de palabras, poses, dimes y diretes que han convertido al debate electoral en un gran pajar en donde resulta muy difícil encontrar la aguja de la verdad.
Abundan los estrategas políticos, comunicadores, maquilladores de contenidos; palabras dichas con freno de mano, sospechas, etc. Hay, sin embargo, dos grandes ausentes: la sencillez y la verdad. Vargas Llosa hablaba de la sociedad del espectáculo para referirse a una cultura del exhibicionismo, ruido mediático, cháchara sin sustancia. Así veo esta campaña electoral, entre apagones y fogonazos de luz cual flash de cámara fotográfica. En ambos casos no se ven los rostros que transitan por aquellas calles de “luces artificiales que, con débil proyección, cobijan la penumbra que esconde en sus sombras venganza y traición”, al mejor estilo del vals peruano.
Aleksandr Solzhenitsyn en la ex Unión Soviética, Vaclav Havel en la antigua Checoslovaquia dijeron a voz en cuello que para derribar los regímenes comunistas de aquél entonces no hacía falta tanques ni expertos en comunicación política, sólo bastaba tener valor para decir la verdad. La fiabilidad de un candidato no se mide por el número de páginas de su plan de gobierno, ni por el número de expertos y gurús con aires mesiánicos que nos digan cómo salvar al país. Nos basta que digan la verdad de lo que piensan. La política perversa oculta la verdad y miente. La buena política dice la verdad atractivamente.
Política sin pasión, difícil. En estas lides electorales los ciudadanos tenemos voz y voto. Poco favor le hacemos al juego democrático si descalificamos, no ya a los candidatos, sino a los electores. En esta materia no somos ni mejores ni peores, pues como ya lo decía Chesterton “hay tres cosas que uno debe hacer por sí mismo, aunque se equivoque: elegir a su mujer, limpiarse las narices y decidir en política (Innerarity)”.
Lima, 17 de mayo de 2016.