Hacía mucho tiempo que no se producía un debate tan amplio en los medios de comunicación como el que ha suscitado el proyecto de ley sobre la “unión civil no matrimonial” para personas del mismo sexo. Al mismo tiempo, queda evidenciado que la opinión publicada en los medios no guarda proporción con la opinión pública, aquella del hombre y mujer que circula por las calles pavimentadas de las urbes o los caminos de trocha de nuestro país profundo. La afluencia de artículos de opinión a favor de estas uniones civiles de los últimos tres meses parecería que todo el Perú está de acuerdo con ellas. La realidad es otra y hay más de un 60% de la población que no acepta tal unión porque ve en ellas una semejanza con el matrimonio que les resulta inadmisible.
La llamada unión civil sólo tiene de “no matrimonial” el nombre. Le interesa a esta propuesta mantenerse lejos de toda semejanza con el matrimonio, porque si así lo declarara la oposición sería aún mayor. He releído muchas veces los diez largos artículos del proyecto y lo que encuentro es un calco del régimen matrimonial tal como lo legisla nuestro código civil. Es decir, el proyecto Bruce de “no matrimonial” sólo tiene el nombre, su propuesta es una fórmula matrimonial vestida de unión civil.
Su semejanza con la unión de hecho es igualmente notoria (art. 326 del C.C.), pero al igual que el régimen matrimonial, esta figura se asienta en la diversidad sexual de hombre y mujer (art. 5 de la Constitución Política). El proyecto Bruce le otorga, incluso, mayores derechos a los “compañeros civiles” que a los convivientes heterosexuales (por ejemplo, mayores facilidades para su reconocimiento). De ahí que, introducir la figura de las uniones civiles no sea sólo agregar una nueva institución al ordenamiento jurídico peruano, sino, principalmente, rediseñar el modelo matrimonial peruano. El camino de la protección de los derechos patrimoniales y asistenciales de personas del mismo sexo no es el de la unión civil.
Decía Víctor Andrés Belaunde hace cien años, refiriéndose a la crisis social de entonces, que “el presidente tiene sólo sobre sí la soberanía popular, en la cual es el primero en no creer”. Ojalá nuestros congresistas sean conscientes de la sabiduría del pueblo peruano y crean en él.
Lima, 1 de mayo de 2014