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La primera acepción que recoge la Real Academia Española de la palabra burocracia es: “organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios”. Ya nos gustaría que la burocracia estatal en sus variadas presentaciones fuera así. Hay organismos estatales y funcionarios públicos que desempeñan sus funciones de maravilla, pero los hay también de los que cumplen a pie juntillas con la cuarta acepción de esa palabra: “administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades”. Una economía social de mercado como la peruana, establecida así por la Constitución política, requiere de una burocracia eficiente que vaya al paso rápido de estos tiempos. Al Perú lo sacamos adelante todos, el sector privado y el público. Nadie tiene corona y, así como en la arena de la actividad privada todos han de tener notorias competencias operativas y valorativas en un constante afán por hacer del aprendizaje y cambio continuo un estilo de vida, también en la actividad pública ha de darse ese mismo empeño. Sigue leyendo