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Tertulia Abierta

~ Blog de Francisco Bobadilla

Tertulia Abierta

Archivos mensuales: junio 2018

Entre la mermelada y la mordaza

28 Jueves Jun 2018

Posted by tertuliaabierta in Ética, Política, Sociedad

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Derecho a la información, Mermelada, Mordaza

El derecho a la información, en su doble significado de libertad de expresión y de información, es un derecho humano, cuyo sujeto universal es el público; es decir, cada uno de los habitantes que leemos, miramos, escribimos en cualquier medio. Este derecho, como sintéticamente lo recoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos, nos faculta a cada de los mortales a recibir, comunicar, investigar informaciones y fundar empresas informativas de gran calado o caseras. La empresa informativa lo tiene más fácil para hacerse oír y los periodistas son los profesionales que cumplen con el deber de informar. En cualquier caso, y como se ha resaltado en estos días a propósito de la Ley Mulder, el constitutivo esencial del mensaje informativo es la verdad. Y me alegra que, una época como la nuestra en la que se niega la capacidad de conocerla, volvamos a platearnos el asunto de la verdad a secas en esta polémica entre la mermelada y la mordaza.

Qué lejos estamos todavía de tomarnos en serio que el titular del derecho a la información es el público, la mujer y el hombre de a pie. La situación es otra. Pareciera que el derecho a la información lo acaparan las empresas informativas y un grupo reducido de periodistas. Dicho en cristiano, esto significa que es sólo el sujeto profesional de la información el abanderado de la comunicación. Y no está mal. Pero, ojalá que fuera así, al punto que el gran público podamos quedar tranquilos sabiendo que la verdad informativa está en buenas manos.

Son los mismos medios y el periodismo que practican –hay salvadas excepciones y dejo flotando la manzana de la discordia- los que han contribuido en gran medida a crear esta cultura de la sospecha. Nos han enseñado a leer detrás de la declaración de un político sus “verdaderas intenciones”, nos instruyen y nos destapan “los intereses turbios” que se ocultan en un acto económico o político. La ley Mulder ha hecho saltar todo este tinglado y unos y otros (a favor y en contra) acuden a los principios que se salvan o se niegan: controlar el gasto público, evitar que la publicidad desvíe o hipoteque la línea editorial; atentado a la libertad de expresión y de investigación, daño a la libertad de contratación, detrimento del derecho a saber del público…

Como están las cosas, me viene a la mente la letra de una vieja canción: “¿qué secreto hay en tus ojos que no puedo adivinar?”. También me acuerdo de estos maravillosos versos de Pedro Salinas: “¿Quién te va a ti a conocer/ en lo que callas, o en esas/ palabras con que lo callas?” Me entusiasma que en la polémica entre la mermelada y la mordaza se traigan al debate los grandes principios de la vida democrática y de un Estado constitucional. Pero lo cierto es que en el debate público de los dos últimos años nos hemos engañado tanto, que me inclino a darle la razón a los maestros de la sospecha y pregunto: ¿qué intereses ocultas detrás de tan nobles principios?

Lima, 23 de junio de 2018

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Los Salmos a cámara lenta

25 Lunes Jun 2018

Posted by tertuliaabierta in Ética, Cosas de la Vida

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Oración, Salmos

En mi época de juventud, no me sentía cómodo con los Salmos. Me resultaban demasiado quejumbrosos. Aunque sabía, intelectualmente, que todo se le debemos a Dios y que sin Él somos una rama tirada al suelo sin tronco ni nutrientes, no me lo acababa de creer vivencialmente. Me hizo falta que los años me cayeran encima y que me enfrentara a las caídas hondas de los cristos del alma, hoyos existenciales en donde la tabla de salvación es la Cruz desnuda de Cristo. Episodios de la vida que nos llevan a experimentar la fragilidad de la condición humana. Las grandes fortalezas que uno cree tener –y, quizá, las tenga- penden de un alfiler: un pequeño movimiento en el ánimo basta para que se vengan al suelo. En la hondura de esos baches, el consuelo humano no basta. Y ahí estaban los Salmos, como esperando en la profundidad del abismo existencial para levantarnos y llevarnos a pasear “por verdes praderas”.

Los Salmos, como los buenos versos y tantas maravillas que despiertan el alma llenándola de sentido, requieren una lectura meditada, lenta. Tienen mucho de lamento, abandono. El orante busca refugio, se abraza ante su Dios omnipotente y bueno. Hay queja, reclamo, angustia, desconsuelo, desamparo. Es el niño que cuenta al papá sus penas y pide consuelo e, incluso, venganza. Son versos, muchas veces, de última instancia. Ya no hay más lugar a donde ir, ¿a quién podría acudir? Lo humano es insuficiente, más aún, lo humano ha sido derrotado.
“Soy tu hijo y me darás el mundo por heredad” (S II). El orante lo sabe, pero su fe vacila y llega angustiado a los pies de su Señor. Mil años no son nada ante la faz del Creador, mas, para el orante, un minuto de angustia es de un dolor insoportable. Bien podría decirle al Señor: “El instante me oprime, Señor, mil años son demasiados años para mí. Son una inmensidad sin sentido si Tú no los llenas de tu Gloria. Mis enemigos me acorralan, se mofan, ¿dónde estás, Señor de los débiles, dónde estás?”.

No basta con saber que los Salmos existen y que es muy conveniente meditarlos. La cabeza lo sabe, pero hace falta que el corazón sea instruido, dice Robert Spaemann. Y es que los salmos hay que sentirlos, saborearlos con una cierta connaturalidad. No son frases redondas de un trovador ingenioso, son desgarrones del alma, gritos de alegría, alabanzas desbordadas. Son los clamores o alabanzas que me gustaría decir a voz en cuello desde el hoyo oscuro o la verde pradera.

Qué a gusto se está en compañía de los Salmos cuando se está a disgusto en ciertos tramos de la vida. Pienso que estos versos de inspiración divina requieren de un interlocutor con el alma herida o con el corazón desbordado por la alegría o el agradecimiento, cuanto menos, así es como más los disfruto. De este modo, la oración se vuelve bálsamo que suaviza las heridas o incienso que llega al Cielo.

He encontrado un magnífico maestro en el gusto por los Salmos en los dos tomos que Robert Spaeman, filósofo alemán, ha escrito sobre ellos. Su título es modesto “Meditaciones de un cristiano”, su contenido es inspirador. Los recomiendo.

Lima, 25 de junio de 2018.

El secreto del Padre Brown

13 Miércoles Jun 2018

Posted by tertuliaabierta in Ética, Libros

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ÉTICA, chesterton

Los relatos incluidos en “El secreto del Padre Brown” de Chesterton ponen de manifiesto la hondura y, a la vez, la sencillez de la antropología cristiana del simpático padre Brown cuando desentraña los móviles de los crímenes que caen en sus manos. ¿Cuál es el secreto del padre Brown para dar con el crimen y con el criminal? No es, desde luego, sus conocimientos de criminología, de la que más bien desconfía, por la pretensiosa asepsia con la que los criminólogos estudian al delincuente “como si fuese un insecto gigantesco, bajo lo que ellos dirían que es una luz fría e imparcial; algo que yo llamaría –dice el padre Brown- una luz muerta y deshumanizada. Pretenden apartarse mucho de él como si fuese un lejano monstruo prehistórico”.

El secreto del padre Brown es otro. Dice: “no trato de apartarme del hombre, sino de ponerme en el pellejo del asesino…En realidad aún más, ¿no lo comprende? Estoy en su pellejo. Siempre en su pellejo, moviendo sus brazos y sus piernas, aunque siempre espero hasta estar seguro de que me he metido en el pellejo del asesino, de que pienso como él y que me debato con sus mismas pasiones”. La perspectiva del padre Brown no es la del hombre inmaculado que se considera incapaz de cometer crímenes horrendos. Se sabe de la misma pasta que el peor de los criminales y, por eso, es capaz de descubrir, en medio de las luces artificiales que encubren al delincuente, la oscuridad de su alma que tantas veces cobija envidia, codicia, odio, crueldad.

“Nadie puede ser bueno de verdad hasta que descubre lo malo que es, o podría llegar a ser, –afirma el padre Brown- hasta que repara en que no tiene derecho a hablar con tanto esnobismo y desdén sobre los criminales, como si fueran simios en un bosque a quince mil kilómetros de distancia, hasta que se libra de todos esos engaños sobre los tipos inferiores y los cráneos defectuosos, hasta que elimina de su alma la última gota del aceite de los fariseos, hasta que su única esperanza es de un modo u otro haber capturado a un criminal y dejarlo, sano y salvo, bajo su protección”.

Podemos mostrar indignación y rabia ante los crímenes de los que somos testigos. Es justa la denuncia de la corrupción. Sin embargo, hay un punto en el que la denuncia se puede tornar destemplada, justo cuando nos ponemos en el pódium de los “puros”, como si estuviéramos libres de toda maldad o intención torcida. Me parece más humana, por eso, la actitud del padre Brown: yo puedo ser ese criminal, de ahí que la arrogancia se torne en humildad.

El padre Brown no es un profeta, ni un Quijote, es un caminante “que sigue recorriendo la vida con su viejo paraguas, simpatizando con casi toda la gente con la que se encuentra y aceptando al mundo como compañero de viaje, pero nunca como juez”.

Lima, 4 de junio de 2018.

La integridad a baño María

11 Lunes Jun 2018

Posted by tertuliaabierta in Ética, Educación, Política, Sociedad

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ÉTICA, integridad

Queremos desterrar la corrupción en el sector público y privado, deseamos un país en que los niños estén protegidos y la mujer sea respetada. Grande es el desencanto cuando vemos que muchos políticos no buscan el bien común, que hay jueces inicuos dedicados a deshonrar la justicia, que hay un periodismo vendido al poder o al dinero dispuesto a falsear la verdad. Quien roba, soborna, extorsiona, maltrata, miente… sabe que comete un acto prohibido por la ley y por la moral. Las normas penales son muy claras y señalan los delitos con precisión. Cuando el escándalo es mayúsculo la severidad de las penas aumenta. Y, sin embargo, como lo dice el poeta, “el cadáver ¡ay! siguió muriendo”.

Vemos el mal y al instante –desde las diversas instancias del poder- ponemos sistemas de control para frenar y penalizar las malas prácticas de la corrupción. Somos conscientes de que el derecho no es suficiente y apelamos a la ética: verdad, honestidad, transparencia, servicio, integridad. ¿Programas de formación ética para todo el mundo? Sí, pero, aun así, nos quedamos cortos; entre otras cosas, porque –como lo dicen los entendidos y el sentido común de mamá- la ética no se enseña, se aprende en comunidades de práctica en donde directivos y colaboradores, funcionarios y empleados, aprenden las buenas prácticas valorativas que se comunican por contagio y con el ejemplo. Si éstas faltan, la mejor norma nace y muere en el papel.

Kierkegaard (1813-1855) lo vio con singular claridad, señalando que lo crucial no está en elaborar una buena teoría ética, sino en vivir y existir éticamente. Desde luego, nos viene bien saber qué es la honestidad y cómo se refleja en los sistemas contables. Esto es solo un buen inicio. Lo que sigue ya no depende de la norma, está en las manos del actor. Es el viaje hacia el fondo de uno mismo, allí donde se forjan el amor a la verdad, el respeto a los demás, el espíritu de servicio, la humildad para saber que tenemos pies de barro, la sencillez para evitar posturas vanidosas. Es decir, la integridad no se predica, se vive y sabe Dios cuánto cuesta. Predicadores apasionados de honestidad abundan en el escenario político peruano: les sobra ira, les falta autenticidad.

Las normas señalan el camino, pero no caminan. Quien suda la gota gorda es la persona que está en la operación, quien ve pasar el dinero por sus manos un día y otro y resiste en el bien, rechazando la tentación de encontrar la trampa a la ley. Sí, vivir lo que se predica es reduplicar existencialmente la integridad ética. La integridad no es el resultado de leyes anticorrupción, ni mucho menos el resultado de una exitosa campaña de imagen. Como están las cosas, lo que urge son jefes íntegros, más que decretos de urgencia. Y dado que la integridad se cocina en la intimidad del corazón humano, invirtamos más en la formación de las personas, cuya maduración compagina más con el baño maría, que con la llama ardiente.

Lima, 29 de mayo de 2018.

El sentido de la vida

08 Viernes Jun 2018

Posted by tertuliaabierta in Ética, Cosas de la Vida

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Sentido

En más de una oportunidad nos hemos topado con hechos o dichos a los que no les encontramos lógica, pues escapan a una secuencia racional y decimos “esto no tiene sentido”. Esta experiencia es, quizá, la más cercana a la idea de lo que solemos entender como “el sentido de la vida”, es decir una biografía personal con dirección, rumbo, en la que cada tramo existencial nos da peso específico.

“Arrieros somos y en el camino nos encontramos” dice el refrán popular. Caminar es, ciertamente, uno de los rasgos que más nos definen como seres humanos. Sin embargo, una vida con sentido no es solo un caminar sobre senderos trazados o por hacer. Importa, desde luego, el hacia dónde vamos; pero es, igualmente esencial, lo que queda atrás como saldo. Y ese saldo se mide por lo que pesa, más que por lo que luce. Un peso que le otorga consistencia a la vida en un tramado de logros y fracasos, alegrías y penas. Poco aportan a este propósito, las risas huecas, las horas locas, los vértigos existenciales. Con estas últimas experiencias se flota, se olvida, se vive el instante; su saldo es el vacío.

El sentido de la vida articula pasado, presente y futuro; su fruto es la serenidad y combina muy bien con el oro viejo, nada llamativo y siempre valioso. Combina, asimismo, más con una actitud humilde de búsqueda que con la actitud altanera del genio de la lámpara de Aladino que todo lo puede. Encontrar el sentido de la vida se parece mucho a jugar a “las escondidas”: cierra los ojos y, al cabo de un corto tiempo, busca. En tanto que búsqueda supone un cierto desasosiego, una incomodidad con el presente y desorientación respecto del futuro, mas no es búsqueda sin término. El “ampay” llega, te encontré. Ya tengo un “qué” en las manos y la vida se va coloreando. Paso a paso el paisaje se llena de formas, tonalidades, perspectivas; un toque aquí, otro allá. Llega el cansancio, se descansa y vuelta a tomar el pincel.

Una vida sin sentido, lo sabemos, es una vida vacía cuyo telón de fondo puede ser el fracaso existencial. Vivimos en una sociedad que nos hace correr de un sitio a otro. No hay tiempo para el reposo, todo pasa muy rápido cual película de acción en las que no hace falta pensar nada. Un ambiente así, no se presta para asumir la conducción consistente de nuestra vida: ¡calma, alma! Y dado que encontrar el sentido de la propia existencia es un asunto serio, démonos tiempo para buscar nuestra misión en la vida. Búsqueda serena, sin inventarnos angustias gratuitas y sabiendo que la vida es para vivirla, es decir, tampoco nos pasemos los días y meses rizando el rizo. Después de todo es condición de vida, como lo dice San Pablo, “ver ahora como en espejo, borrosamente”. Así que, a caminar, pues cada paso nos desvela el sentido de la vida.

Lima, 7 de junio de 2018

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