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La universidad es una comunidad de maestros y alumnos. En ella emprendemos la gran aventura de la búsqueda de la verdad y qué grata es la vida universitaria en el diálogo interpersonal comunicando, unos y otros, diversas perspectivas académicas para comprender mejor la riqueza de la realidad. Recientemente, asistí al XXV Congreso Internacional Ciencia y Vida, organizado por la Universidad Libre Internacional de las Américas (ULIA) y la Universidad Vasco de Quiroga (UVAQ). El tema del congreso fue Civilidad y ciudadanía: ¿encuentro o desencuentro? Se llevó a cabo en la ciudad de Morelia, Michoacán, México, sede de la UVAQ, del 3 al 5 de agosto de 2023. Conocía la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. El encanto de este gran país por la cordialidad de su gente y la riqueza de su cultura siempre me ha fascinado. Mi estancia en Morelia ha sido, igualmente reconfortante: la cultura milenaria mexicana y peruana dialogan con mucha facilidad.
Tenía grandes expectativas por conocer más de cerca a mis colegas de ULIA, una universidad libre a “la manera libre de la danza libre” como diría nuestra Chabuca Granda. La UVAQ nos acogió con longanimidad -así lo diría Alejandro Lich- y, en su auditorio, transcurrieron los tres días del congreso entre ponencias y comunicaciones de profesores de la Universidad CEU San Pablo (Madrid), Universidad Católica de Murcia, Universidad Nacional de Asunción (Paraguay), Universidad Central de Chile, Universidad Libre Internacional de las Américas (Valencia), Universidad Panamericana (México), Universidad Vasco de Quiroga (Morelia) y Universidad de Piura (Perú). Nuestra audiencia la componía profesores universitarios y alumnos de la UVAQ.
Jorge Sebastián, vicerrector de ULIA y don José Castellanos de UVAQ se encargaron de la conducción del Congreso. Jorge hacía de moderador, unas veces, y habitualmente estaba en el escenario y, también, detrás de bambalinas. Don José (Pepe) fue un magnífico anfitrión, sus intervenciones, preguntas y comentarios -oportunos y agudos- movían al diálogo entre los participantes. Conversando con él me enteré que estudió periodismo en la Universidad de Navarra, en donde conoció a Carlos Soria y a José María Desantes, estos últimos profesores visitantes de la Universidad de Piura de quienes aprendí el derecho de la información. Asimismo, don Pepe estudió ciencias políticas y tuvo la amabilidad de obsequiarme su libro Así derrotó la sociedad al PRI.
Un encuentro de singular relevancia fue conocer a la profesora Gloria Tomás Garrido. Hicimos buenas migas. Digamos que se tiene encanto o no se tiene, ella lo tiene. Sencilla, transparente, de una noble intimidad -así lo diría su maestro Leonardo Polo- conversadora, expansiva. Con ella resultaba fácil hablar de lo humano y de lo divino al estilo de la jurisprudencia romana (conocimiento de las cosas humanas y divinas). De natural alegre y efusiva libertad de espíritu. ¿Y el futuro? Pues para eso estamos, aportando cada uno su mejor hacer nutrido de la sabia espiritual propia de una visión trascendente de la vida. ¿Jubilación? El ser humano no se jubila de ser persona.
Francisco (Paco) León Correa -de origen español, con varias décadas ejerciendo la labor docente en Chile- es una especialista en bioética en la academia y en los organismos reguladores de la praxis ética profesional. Es, asimismo, profesor de ULIA en donde ha conducido varios programas de bioética. Tanto Paco como Gloria e Imelda Martínez (Paraguay) recibieron el doctorado Honoris Causa por ULIA en una ceremonia linda durante el Congreso. Todos ellos, revestidos con sus vestes académicas, ingresaron al estrado acompañados del canto Veni creator y salieron del recinto al son del Gaudeamos igitur. Una ceremonia a la que estoy acostumbrado, pues en la Universidad de Piura tenemos este tipo de ceremonias a lo largo del año académico con pompa y circunstancia. Disfruté del evento y no faltaron los agradecimientos, felicitaciones y fotos.
José Luis Orella, profesor de historia en la Universidad CEU San Pablo, presentó una comunicación sobre Vasco de Quiroga, cuya vida transcurre en la primera mitad del siglo XVI y a quien se le debe mucho de la evangelización de Michoacán. De hecho, Morelia conserva una arquitectura preciosa de la época virreinal que se puede apreciar en sus múltiples iglesias y en las casas hechas de piedra cantera. Mientras oía la disertación de José Luis pensaba en la gran labor de evangelización llevada a cabo por Santo Toribio de Mogrovejo en el virreinato peruano. Ana Teresa López de Llergo, pedagoga, intervino, también, con una comunicación de corte antropológico.
Fue una grata sorpresa conocer a Rosario Athié, profesora de la Universidad Panamericana y gran estudiosa de John Henry Newman. Ella ha traducido la biografía de Newman de Ian Ker, publicada por Ediciones Palabra. Newman es uno de mis escritores preferidos, un santo al que le tengo particular devoción y a quien encomiendo mis labores académicas. Entre los asistentes estaba el Padre Alejandro Lich, argentino de Bahía Blanca en donde desarrolla su labor pastoral, la docencia universitaria y la práctica psicológica. Al término de mi intervención, a propósito de una referencia a las virtudes del don (humildad, magnanimidad, amistad y gratuidad), me hizo notar la importancia de la virtud de la longanimidad, de la que trata en su libro La escucha y la ternura que tuvo la amabilidad de obsequiarme.
En algún momento pensé que encontraría a José Pérez Adán, fundador y rector de ULIA, quien tuvo la gentileza de invitarme al Congreso. Jorge me comentó que Joe -como lo llaman sus colegas y amigos- ya no hace viajes tan largos como éste, de continente a continente. Admiro el proyecto de ULIA y el espíritu que la anima. Es gratuidad pura, efusión y don. Un oasis en medio de los excesos de la mentalidad utilitarista que invade los espacios de la vida societaria. Gracias a Ana María, colaboradora de ULIA, pude conseguir varias de las ultimas publicaciones de Joe. Lo leo con gusto y comparto bastantes de sus ideas. Y así como Josef Pieper solía decir del encuentro con una persona “qué bueno que tú existas”, lo mismo puedo decir de Joe y de ULIA: qué bueno que exista.
Desde luego, no faltó la buena conversación en los entreactos del congreso en donde disfruté de la buena compañía de mis colegas universitarios. Han sido, pues, unos días reparadores los que pasé en Morelia. Mi hotel quedaba a pocos metros de un moderno centro comercial. Tenía una Capilla con Misa todas las tardes. Está dedicada a María Inmaculada de la Salud a quien se le tiene mucha devoción en todo Michoacán. En el primer piso del centro comercial encontré, también, una nutrida librería Porrúa. Allí conseguí un reciente libro de Enrique Krauze Spinoza en el parque de México, un libro que promete. No faltaron, desde luego, las cafeterías con buen café, bien ambientadas; espacios ideales para leer, estar y contemplar.
Terminó el Congreso con un corto y sesudo documento que se llamó Declaración de Morelia y sintetiza muy bien el contenido y espíritu de esta actividad académica. Anoto un extracto de ella: “Hora es de apostar por la responsabilidad del ciudadano, de confiar en su lealtad y respetar su libertad, para conformar ámbitos de autogestión más allá del mercado y la política. Los ciudadanos no son súbditos, sino sujetos de derecho que crean, a su vez, otros sujetos colectivos para los que reclaman su propia autonomía. Para la etapa cultural en ciernes, los reclamos del neoestatismo hacen peligrar la legítima subsidiaridad que debe reservarse al protagonismo de la sociedad civil”. Estado, el necesario; en cambio, sí a más sociedad.
Francisco Bobadilla Rodríguez
Lima, 16 de agosto de 2023.