Las mamás educan a sus hijos para que siempre digan la verdad. Los conocen muy bien y saben cuándo mienten. Más de una vez cuando el niño –y también el crecidito- no quiere enfrentarse a la travesura hecha, esquiva la mirada. Mamá se da cuenta y le dice “mírame a los ojos”. Él levanta la vista y, simplemente, se echa a llorar. Escena familiar que pone de manifiesto la salud espiritual del ser humano, pues los ojos son la ventana del corazón en donde anidan los buenos amores, así como los charcos de agua turbia y maloliente. Poder mirar a los ojos y dejarse mirar de tal modo que cada cual exprese lo que realmente lleva dentro es tarea que al niño le sale con mucha facilidad. Los grandes tenemos que esforzarnos más. Las idas y vueltas de la vida, a veces, endurecen el corazón y opacan la mirada: ¡terrible situación la de aquél que mirando a los ojos es capaz de sostener impertérrito una mentira! Sigue leyendo
Mírame a los ojos
27 domingo Oct 2013
Posted Ética, Cosas de la Vida, Sociedad
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