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“Oyó la voz que le guiaba.
Ahora, la Voz calló.
Se quedó solo con su nombre”.
Juan Pablo II. Tríptico Romano, III
Oyó la Voz que lo guiaba
La Voz, la llamada, un día se oye: ¡ven!
La escucha el alma.
Tiene el poder del hágase divino.
Al instante el ser se ilumina, cuerpo y alma se activan.
Paso tras paso el camino se anda.
Arroyos de agua cristalina,
sauces llorones a su vera, confundiéndose con molles serranos. Verde tierno, alegre.
No falta los tramos de espinos y cardos.
Trochas de ripio y polvo. Aridez de camino.
Pero aún resuenan los ecos de la voz: ¡ánimo! ¡Levántate!
Vuelve el sosiego. Aire fresco, arroyitos amables.
Paso a paso. Clavel y espino.
Ahora la Voz calló
De repente, irrumpe el silencio del Sábado Santo.
Dios calla. La Vida se oculta en el sepulcro.
Señor, ¿dónde estás?, ¿dónde está el camino?
Colores, aromas, tersuras… no me dicen nada.
Mi corazón está inquieto; confundido, incluso.
Noche oscura del alma: no te veo, no te escucho, no te paladeo…
El camino, Señor, ¿dónde está la estrella?
Se quedó solo con su nombre
“Serás padre de multitud de pueblos”, me dijiste un día.
¡Qué entusiasmo! Sembrador de paz y alegría, sueños de miel y leche.
¡Qué claro vi que el Amor bien vale un amor!
“Tu nombre significará el que creyó contra toda esperanza”,
y así cambiaste mi nombre el día que sellaste mi frente con el lucero de la mañana.
En cambio, ahora, Señor, la noche se me hace demasiado larga.
No me espanta el camino, me detiene el alma reseca.
Los rostros de antaño no me convocan.
A la bella durmiente le bastaba un beso.
Qué me hace falta, Señor,
Pues ni caricias ni versos me levantan.
Me siento solo, solo con mi nombre.
Calma, me dices.
La vida es Viernes de Pasión y, también, Sábado de silencio.
Me queda el nombre que me diste en medio de esta soledad.
La Voz calla y los Sábados Santos llegan uno tras otro.
No hay Cruz en donde agarrarme y me aferro a mi nombre.
Señor, no te fíes de mí,
haz que el silencio del sepulcro se convierta en silencio del Sagrario.
La Fe se abre a la Esperanza.
Pronto llegará el Domingo de Resurrección.
Lima, 30 de abril de 2017