Cuenta Gilbert Chesterton la siguiente parábola. Ante la abundancia de piojos en la niñez de los barrios bajos londinenses, la sanidad oficial decretó que se debería rapar totalmente la cabeza de los niños, entre ellos estaba una niña con una hermosa trenza roja: en lugar de abolir los piojos se dispuso abolir el cabello. Chesterton recuerda que a quien hay que salvar es la niña con su trenza y no a los piojos: “Yo comienzo con el pelo de una niña. Todo lo demás puede ser malo, pero sé que esto, cuando menos, es bueno. Lo que se oponga a ello debe derrumbarse. Si el propietario (de las viviendas), la ley y la ciencia están en contra del pelo de la niña, entonces el propietario, la ley y la ciencia deben derrumbarse. Con el pelo rojo de una chiquilla del arroyo yo incendiaré la civilización moderna: puesto que la niña debe tenerlo largo, debe tenerlo limpio; si debe tenerlo limpio, debe tener casa limpia; debe tener madre libre y descansada, que la peine aun cuando para ello sea necesaria una revolución. Nadie mutilará ni tocará a esa chiquilla; no se le cortará el pelo como a un presidario. Las columnas de la sociedad se estremecerán… y a la niña no se le tocará ni un cabello de su cabeza”. Sigue leyendo
Salvar a la niña de la trenza roja
28 sábado Ene 2012
Posted Ética, Cosas de la Vida
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