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En un cajón de sastre se encuentra de todo: lo imaginable y lo inimaginable. El escenario político peruano se ha convertido en un cajón de sastre, para muestra, basta observar la composición de la veintena de planchas presidenciales que postulan al sillón de Pizarro en el 2016. Fórmulas presidenciales orientadas a la toma del poder en el sentido más tosco de la expresión. El servicio a la comunidad, los planes de gobierno, las ideas sobre el país que deseamos, quedan asfixiados en el humo de la feria electoral desatada en estas últimas semanas. A Maquiavelo le interesaba cómo retener el poder. Nuestros candidatos están un paso atrás: sus estrategias se orientan a cómo llegar al poder.
¿Partidos con ideas? Los busco y no los encuentro. Quedan los nombres –cuando quedan, tipo APRA, Acción Popular, PPC-, pero no hay sustancia. Ya me gustaría que se pudiera hablar de una natural evolución y puesta al día de las propuestas originales. Lo que tenemos entre manos son partidos sin proyectos sostenibles: no es evolución es salto genético, caída libre moviéndose a los vientos del momento. Las dos últimas elecciones regionales ya dieron cuenta de esta realidad: no hay partidos políticos nacionales. Lo que queda de ellos sólo aparecen en sus cascarones cuando se producen las elecciones presidenciales. Desde esta perspectiva, todas las planchas presidenciales en contienda tienen los mismos méritos para estar en plaza.
Somos un país de todas las sangres y, desde hace mucho tiempo, también, somos un país políticamente plural. Más nos une el Señor de los Milagros que la economía de mercado o las propuestas ilustradas de la izquierda. La sociedad peruana es una y múltiple a la vez. La política tiene un papel central en la configuración del país que deseamos ser, por ejemplo, al 2021. Tengo la impresión de que muchos políticos, ahora en el ruedo, no se han enterado de esas nuevas competencias para gobernar la complejidad. Se ponen máscaras para caer simpáticos a todos. Pactan, ceden, conceden en su afán de atraer a los votantes. El resultado: un coctel indigesto. En el mundo de la política importa la idea y quién sostiene la idea. Necesitamos políticos leales a una idea y a su electorado.
Chosica, 30 de diciembre de 2015.