Etiquetas
De C. S. Lewis –Jack para sus amigos- (1898-1963) conocemos sus “Crónicas de Narnia” llevadas al cine, así como una película biográfica “Tierra de sombras”. Bastantes de sus obras se pueden encontrar con facilidad en las librerías: “Cartas del diablo a su sobrino”, “Mero Cristianismo”, “Los cuatro amores”, “Mientras no tengamos rostro”, etc. Mi sorpresa fue grande cuando me encontré con una antología poética “Mientras cae la ruina y otros poemas” (2018). Publicó poquísimo de su lírica en vida. La publicación de sus poesías fue, más bien, póstuma. Es una poesía, en gran parte, épica repleta de símbolos y mitos antiguos y medievales. Lo que atrajo mi atención fue su última poesía “Mientras cae la ruina. Poemas tardíos y sin fechar”. En estos versos, el poeta toca, vive y sufre el amor en primera persona.
Lewis se enamora y se casa tarde, a los 58 años. Su esposa, Joy Greshan era 17 años más joven. El matrimonio se celebra en 1956. Joy muere de un cáncer a los huesos en 1960. La historia de ese corto romance la sabemos por la película “Tierra de sombras”: estuvieron enamorados, muy enamorados. La muerte de Joy fue muy dura para Lewis. Su pequeño libro “Una pena en observación” recoge el dolor del viudo: “sentimientos, sentimientos, ¡quién pudiera pensar!”. Con Joy, Lewis vivió los cuatro amores: afecto, amistad, eros y caridad. Sin esta experiencia vital, pienso que varios de sus libros más antropológicos no habrían tenido la fuerza vital que los hace tan sabrosos.
Dice: “Así, lo que los poetas me contaron del amor (…)/ Se hace realidad de una espantosa manera con la que no soñé:/ lo que una vez estudié, ahora aprendo a ser;/ aprendí, ¡cuán tarde!, atormentado, las respuesta/ que antaño con júbilo habría dado”. Sí, aprendió de golpe la belleza y el desgarrón del amor. Con Joy comprendió que “El amor es cálido como las lágrimas, el amor es lágrimas/ (…) El amor es feroz como el fuego, el amor es fuego/ (…) El amor es fresco como la primavera, el amor es primavera/ (…) El amor es duro como los clavos, el amor es clavos:/ gruesos, remachados a través/ de los mediales nervios de Uno/ que habiéndonos creado, supo/ lo que había hecho,/ viendo (con todo lo que es)/ nuestra cruz, y la Suya”. Lewis supo en carne propia que el dolor es la piedra de toque del amor, de todos los amores. Ahí están las cruces humanas y la Cruz de Cristo para atestiguarlo.
El poemario termina con un poema la mar de tierno que deseo transcribir completo para terminar este breve homenaje a Joy y Jack: “Entre los bueyes (como un buey, soy lento)/ veo una gloria en el establo crecer/ que, con la torpeza de un buey,/ me daría la fuerza de un buey./ Entre los asnos (terco como yo)/ veo a mi Salvador donde busqué heno;/ así puede que mi insensatez de bestia aprenda al fin/ la paciencia de la bestia./ Entre las ovejas (yo, como una oveja, me he extraviado)/ veo el pesebre en el que está mi Señor;/ ¡Oh, que mi naturaleza baladora gane allí/ una inocencia lanuda!”.
Francisco Bobadilla Rodríguez
Lima, 29 de marzo de 2020.