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Octavio Paz (1914-1998) es un mexicano universal, maestro en el verso y en la prosa. De su estadía en la India como diplomático nos dejó “Vislumbres de la India” (Barcelona 1995), una aproximación al alma de este gran país. Y cosa curiosa, por vía de contraste, es una mirada igualmente profunda de la cultura occidental. Su conocimiento de la antropología cristiana, sin ser él un creyente, puede ilustrar el desconocimiento de algunos que insisten en dar una imagen desfigurada de la ética sexual cristiana.
“Ni en el Génesis ni en los otros libros del Antiguo Testamento –ha escrito Paz- se condena al cuerpo o a la naturaleza (…) El primer mandamiento divino es “creced y multiplicaos”. Lejos de condenar el cuerpo, Jehová exalta los poderes genésicos (…) Adán y Eva son tierra hecha carne y animada por el soplo divino. Su pecado no fue la unión sexual –ese era su deber cósmico: multiplicarse-, sino la desobediencia”.
La falta de ambos es la desobediencia, “pero la raíz de esa falta es algo infinitamente más grave: haberse preferido a ellos mismos. Su pecado es no amar a Dios, su Creador, sino quererse a sí mismos y querer ser dioses (…) Pero el cristianismo no condena el cuerpo, sino a los excesos del amor al cuerpo. Amar exclusivamente un cuerpo es una de las formas en las que el hombre se ama a sí mismo y se olvida de Dios y de sus semejantes”.
Lo que acabo de escribir no está sacado de un manual de moral cristiana, son expresiones del premio Nobel de literatura mexicano que en este año celebramos el centenario de su nacimiento. No hay, pues, en el Cristianismo condena al sexo, ni postergación de la mujer. “El cristianismo es la religión de la encarnación de Dios en un hombre y la de la resurrección de los cuerpos, una doctrina igualmente escandalosa para los gnósticos y para los neoplatónicos”.
Para quiénes aún siguen escribiendo o diciendo que la moral cristiana rechaza el sexo y se resisten a conocer la fe cristiana en sus fuentes, la obra de Octavio Paz es un magnífico ejemplo de honradez intelectual que ha sabido vencer los prejuicios que enturbian la mirada frente a la realidad.
Lima, 15 de mayo de 2014
El tema es que lo dice un escritor, lo que debieron decirlo -y no fue así- los curas, lejos de ponerse colorados. Lo se hace muchísimo tiempo, es solo cuestión de leer con sentido crítico el génesis. El pecado fue de desobediencia, de querer ser “como dioses”. Sin embargo los curas y las viejas pacatas siempre se empeñaron en hablar de la vergüenza de verse desnudos, cuando la vergüenza fue por verse atrapados. Jamás un cura supo darme respuesta. El árbol del bien y el mal es una metáfora de lo que significa el conocimiento y de cómo nos puede elevar o hundir. Luego, si el pecado original, que en buena cuenta es de desobediencia, porque asocian la virginidad de María -que no tuvo pecado original- con un tema sexual?
Saludos, muy buena página.
Hola. Tu mail no me permite poner un nombre para responder. La teología del cuerpo predicada por Juan Pablo II es muy esclarescedora (1978-2005). Ya es difícil no darse por notificado respecto al sentido cristiano de la sexualidad. Su poemario Tríptico Romano le dedica un poema a los frescos de la Capilla Sixtina, precisamente, a la desnudez de Adan y Eva. Escribí hace unos pocos años un ensayo sobre el particular. Gracias por leer mi artículo del blog. Saludos.