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Guzmán Carriquiry vuelve a escribir sobre América Latina a propósito del bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos (“Memoria, Coraje y Esperanza. A la luz del Bicentenario de la Independencia de América Latina”. Presentación del Papa Francisco. Editorial Nuevo Inicio. Granada, 2017). Antes, en el 2005 publicó Una apuesta por América Latina. Siguió a este libro El bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos (2011). Estos dos últimos libros fueron prologados por el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio. La nueva entrega de Guzmán Carriquiry, que ahora nos ocupa, es presentada por el Papa Francisco. La lectura de Memoria, Coraje y Esperanza dice mucho del pensamiento del profesor uruguayo, actual Vicepresidente de la Comisión Pontificia para América Latina y, también, dice de la visión del Papa Francisco sobre América Latina, expresada en sus viajes a Ecuador, Bolivia, Paraguay, Colombia, Chile y Perú.

El profesor Guzmán Carriquiry forma parte de la tradición uruguaya de intelectuales preocupados en el destino de América Latina y que se ocuparon de pensarla. Un hito importante de esta veta intelectual es el uruguayo Methol Ferré (1929-2009), a quien estuvo unido por lazos de amistad y de coincidencia académica. Guzmán Carriquiry ofrece, en su último libro, una gran síntesis de lo que significó la independencia histórica de los países latinoamericanos de España y Portugal. Doscientos años de trayectoria republicana que, desde entonces, tiene aún tareas pendientes, cuya realización pende del esfuerzo, coraje y creatividad de las sucesivas generaciones de latinoamericanos.

Guzmán Carriquiry señala que la “revolución iberoamericana se inscribe en la larga onda de liquidación del ‘’Ancien Regime’’ y de la pujanza de tendencias liberales que, en la política como en la economía y la cultura, fueron imponiéndose con la emergencia del mundo burgués. Hay una continuidad evidente entre el reformismo ilustrado de las monarquías absolutas y el liberalismo pos-revolucionario: ambos quisieron ‘’ilustrar’’ a una sociedad llena de ignorancia, criticar muchas tradiciones a la luz de la razón, someter la Iglesia al Estado, promover la libertad de comercio, desamortizar la propiedad y disminuir la autonomía de los pueblos y de las corporaciones” (p.47). Y, así como en la Revolución francesa se suprimieron los gremios profesionales y se prohibió todo tipo de asociación, pasó, también, en nuestra naciente república peruana, en donde las comunidades campesinas quedaron desprotegidas. La ideología del ciudadano solo frente al Estado del naciente liberalismo, sin ningún tipo de mediación, pudo más que la realidad.

El resultado de esta revolución emancipadora se “resolvió en balcanización. Quedó una ‘’nación inconclusa’’. Y, ciertamente, aun cuando hemos realizado esfuerzos encaminados a buscar la integración de la Región, éstos no acaban de ser lo suficientemente significativos para pensar que detrás del concepto de América Latina tenemos una realidad sólida que la avale.
Jorge Basadre, en la primera mitad del siglo XX, habló de la “promesa de la vida peruana” (1945), algo que no somos todavía, pero que deberíamos llegar a ser. En eso estamos. Quizá de América Latina deberíamos decir algo semejante. Tenemos muchos elementos históricos, religiosos, culturales que nos unen y, también, bastante historia en estos doscientos años que nos han llevado a configurarnos como países independientes. Nos sabemos pertenecientes a una Patria, pero quizá todavía hay mucho camino que recorrer para sabernos y sentirnos pertenecientes de la Patria Grande latinoamericana. América Latina no es una unidad integrada, pero es una buena apuesta como lo sugiere Guzmán Carriquiry; no es una realidad tangible ahora, mas es una promesa retadora como lo afirmara Jorge Basadre respecto al Perú.

“Unidos por la esperanza” es mucho más que un lema, es un programa de trabajo que el Papa Francisco propone para América Latina, cuyo “testigo” toma Guzmán Carriquiry en esta carrera de relevo generacional: “la esperanza que el actual pontificado siembra en nuestros pueblos ha de revertirse en movilizaciones populares y debates políticos e intelectuales en pos de un renovado proyecto histórico para América Latina, no obstante, las condiciones por cierto confusas y críticas, del contexto internacional. ¡Que no se diga nuevamente que América Latina es el continente de las oportunidades perdidas…!” (p.76).

Lima, 18 de febrero de 2018