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Dentro de unos meses se cumplirán cincuenta años de la muerte de Víctor Andrés Belaunde (1883-1965). El Centro Cultural de la Universidad de Piura ha tenido la feliz iniciativa de publicar el libro “Inquietud, serenidad, plenitud” de este ilustre intelectual peruano, cuya primera edición data de 1951. Más fácil es recordar a Belaunde por sus “Meditaciones peruanas”, “Realidad nacional” o “Peruanidad”. En estos libros se nos muestra el peruanista; en cambio, en este otro nos encontramos con el pensador y filósofo que indaga en las fibras más sensibles de la condición humana.
Libro corto. Se lee de un tirón. Sale a relucir el profesor de filosofía moderna con una visión propia y reposada. El tema del escrito es atractivo como la vida misma en sus diferentes estadios de tranquilidad o zozobra. Imagino a Belaunde mientras escribía el texto, caminando e inquieto, pero distanciándose de la angustia radical de Sartre. Sentado, pensaría en Spinoza, en esa seguridad que lleva a la serenidad. Pero estaría cómodo y expansivo con sus dos autores predilectos, San Agustín y Pascal, en quienes la “inquietud encuentra reposo en la plenitud del Ser”.
En nuestra condición de mujeres y hombres desplegados en el tiempo, hacedores de nuestro destino y constructores de la ciudad que nos acoge, no nos faltarán sobresaltos y sinsabores. Pero al mismo tiempo, dirá Belaunde, tenemos el reposo en la mano de quien nos creó por amor y nos permite elevar el corazón y el pensamiento por encima de los problemas en busca de un sentido mayor que, tantas veces, no alcanzamos a ver en los problemas que nos agobian. Tranquilos, lo que se dice tranquilos, probablemente sólo lo conseguiremos en la horizontalidad de la tumba.
El libro que comentamos, respecto de la primera edición, trae unas palabras preliminares de Martín Belaunde Moreyra, el hijo menor de Víctor Andrés. Tiene el sello de agua de la familia: escritura elegante e íntima. Asimismo, se agrega un estudio preliminar del profesor Carlos Masías, buen conocedor del pensamiento de Belaunde. Para quienes han leído a nuestro autor o se acercan a él por primera vez, encontrarán en este texto una buena muestra de su pluma: amable, cálida, bella. Su lectura, además, refresca como suave brisa de mar.

Trujillo, 5 de marzo de 2016.