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De las tantas cosas que nos pasan, hay muchas que sólo tienen por testigo a Dios y otras que únicamente quedan entre tú y yo, como muy bien lo canta el valsecito criollo: “este secreto que tienes conmigo nadie lo sabrá. Este secreto seguirá escondido una eternidad”. Saber hablar y colocar lo público en el espacio público, saber callar y dejar lo íntimo en la intimidad no siempre ha resultado tarea sencilla. Y para demostrarlo allí están los innumerables juicios que se ventilan cuando se generan conflictos entre la libertad de expresión y los derechos al honor, la intimidad, la imagen, entre otros. No toleramos que nadie meta la nariz dónde no debe y cada cual protege de modo natural su espacio íntimo o privado. Cuando se da una intromisión indebida, saltamos y se pone en movimiento el orden jurídico diseñado para proteger estos derechos de la personalidad. Sigue leyendo